El martes 10 de junio de 2003 la valoración médica determinó que debido a la gravedad de la quemadura había que amputar el pie y así lo hicieron sin acceder antes a nuestra petición de ver con nuestros propios ojos lo que había ocurrido. Nos explicaron que la quemadura era tan grande que de no realizar la amputación el niño no llegaría con vida al próximo día. Cuando finalmente pudimos ver a nuestro hijo, ya amputado, comprobamos que presentaba quemaduras en el muslo y en la parte posterior de la rodilla, de las cuales aún hoy conserva las cicatrices.
Salió del salón con una vena cogida en el cuello, pasados 7 días decidieron cogerle otra vena y estuvieron el día entero intentándolo, pero no pudieron. Lo llenaron de pinchazos y hematomas por todos lados hasta que finalmente tuvieron que llamar al cirujano y al anestesista para, haciéndole una disección en la parte superior del muslo, poder coger la vena femoral. Le retiraron los puntos antes de tiempo por lo que la herida se abrió. Días después se cerró sola y ahora le queda una cicatriz bastante fea.
Empezó tratamiento con piperacilina mesobaltan, al terminar ese tratamiento le pusieron Meronem, pero al niño no se le quitaban las diarreas. Al terminar le pusieron Vancomicina.